sábado, 24 de diciembre de 2011

Os Garrido

A miña familia paterna é unha desas familias tradicionáis de reis magos e bendicións de mesa, de misa os domingos e festas de gardar, de cabos de ano, de "se Deus quere" e de catecismo, de colexio de monxas e de voto azul.
Somos unha desas familias enormes, de once tíos e trinta primos, de avóa cociñeira, de sobremesas con panxoliñas e alboroto perpetuo.

Polo nadal nos reunimos para comer. Ben apretados en varias mesas cuxa enormidade xulgamos insuficiente pómonos ó día sobre as nosas vidas, rimos, discutimos a gritos ou simplemente engulimos como unha plaga os numerosos platos que as miñas tías e tíos preparan.

En ocasións, entre o rebumbio e o colorido sangrante das luces de cores, un chega a esquecer a razón que fai que tantos homes e mulleres de diferente opinión e condición se reúnan cada ano o 25 de decembro.
Algúns opinarán que realmente o fan como celebración dunha festividade relixiosa, outros dirán que é tradición, pero eu teño a teoría de que esta familia se quere.

É ese sentimiento de amor o que fai que o meu pai e os seus irmáns funcionen como unha rede de apoio para axudarse con calquera problema, o que nos fai exclamar orgullosos "Sae á raza dos Garrido", o que nos leva a organizar unha cea de primos para andar de troula toda a noite e o día seguinte comentar a xogada polo facebook.

O meu pai é un dos máis fieles defensores destas festas . Por eso, despois de todos os problemas que tivo para aceptar que ten un fillo gay, cando vindo cara Ourense me dixo que un día destes quería coñecer ó meu mozo e invitalo a comer connosco, cando me explicou que estaba orgulloso de mín e que me ía apoiar en todo o que fixese, cando me pediu perdón se me tiña feito pasar un mal trago e só me botou en cara non ter confiado antes nel recordei a norma de ouro dos Garrido.

A familia é o primeiro.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Cosas que se encuentra uno revisando viejos cuadernos...



A ti que en el amor te escudas hablo
a ti que por amor castigas juzgo
ante el que por amor no ama juro
y con mi juramento te increpo

Juro que amaré cada silencio
cada palabra y cada sueño
cada beso y cada invierno
cada sol y cada helada

Juro que amaré cada momento
cada brisa y cada viento
cada grito y cada infierno
cada día y cada llama

Y amando me aferraré a la vida
a esta vida que se me escapa
a esta vida que tanto quiero
a esta vida que viviendo mata

Y cuando vengas cruel verdugo
a cobrarte mi vida con tu espada
sangrarán en los ojos de Dios
sus lágrimas de escarcha

Y cuando vengas cruel esclava
a cobrarte mi vida con tu espada
besaré el filo abyecto
y amaré pues a la nada

miércoles, 20 de julio de 2011

17

Luz. Calor y sol. Yo en la sombra, en la inercia, viviendo solo de emoción reflejada, sin sentir nada mío.

La gente cree que no tolero la soledad pero en realidad me encanta.
Todo queda, congelado, acinético... yo como fuente única de movimiento, corriente silente, apócope de historias.

Es entonces cuando vivo, cuando siento, cuando los olores, los colores y los sonidos cobran sentido y lugar.

Sólo en la soledad me siento solo, que es la única forma de ser.

La vida humana me abruma. Todos tan confusos, tan destrozados, tan saturados. ¿No se dan cuenta?
Cansado de mi propio pensamiento, de mi regurgitación emocional, de la erosión agónica, lenta, fría e inacabable. Necesito aire...

sábado, 16 de julio de 2011

Atardecer

Las golondrinas son precisas y veloces. Es agradable contemplarlas, siempre parecen conocer con exactitud el lugar al que se dirigen, siempre fugaces, siempre alborotadas, dicharacheras saetas de carne y plumas. Me gusta observarlas al atardecer, como sombras sobre un fondo de fuego.

Es entonces cuando el ocaso pinta mi casa de luz e imperfecciones. Es una característica perversa de lo luminoso, aunque confieso que no me importa.

Los haces ocres de mortecina iridiscencia hermanan objetos distantes, señalándolos con su aliento dorado, borrando las fronteras y límites de la materia, orlando la cotidianidad de una energía preternatural.

Sólo las jornadas estivales saben perecer con esta dignísima belleza.